Me van a perdonar que aborde un tema tan desagradable, pero es que a diario me revuelve el estómago y me sacude las neuronas. Quizá, por habitual, lo pasemos desapercibido, pero basta con fijarse un poco cuando uno pasea para darse cuenta de que tenemos un verdadero problema. Me refiero a la cantidad de excrementos de perro que inundan nuestras calles. Una falta de civismo que no sólo atenta contra la salubridad sino que crea una imagen nefasta. En los últimos tiempos existe una mayor concienciación a la hora de ir provistos de una bolsa, cuando se pasea a las mascotas, para recoger sus deposiciones. Son muchas las personas que lo hacen, pero por desgracia también son bastantes las que no. Los operarios de limpieza retiran a diario todo lo que se encuentran a su paso. Lo malo es que hay espacios donde no llegan -como solares, arriates o zonas verdes- que se están convirtiendo en auténticos cagaderos de canes. Y la situación asquea cuando esos lugares son frecuentados por vecinos, ...
El blog de Rubén Montes