"No estoy gordo. Soy fuertecito". Esta célebre frase de Eric Cartman, uno de los personajes de la serie South Park, la hago mía en este arranque de 2018 en el que me he puesto a dieta tal y como prometí. Ya ayer domingo empecé con la adaptación tras los excesos navideños a base de piña, ensalada y un sándwich mixto. Y hoy, para calibrar el reto que me espera, me he ido a la primera farmacia que he visto y me he subido a la báscula. Y para sorpresa mía me he llevado la primera alegría del año ya que, según la medición que me ha soltado el aparato, no tengo sobrepeso sino que estoy "normal" (qué peligro tiene este término).
Mi peso es de 78,050 kilogramos y mido 1,75 metros, lo que arroja un 25 de Índice de Masa Corporal (IMC), dentro de la escala considerada "normal" según esta báscula. Al límite del sobrepeso pero "normal"; es decir, que no estoy gordo sino "fuertecito" como Cartman. Malas lenguas las de mis amigos y familiares que en las últimas fechas no han parado de decirme que me sobran unos kilos. He salido de la farmacia y hasta mi barriga y mi papada me han parecido alucinaciones provocadas por el espejo de la envidiosa y malvada reina de Blancanieves. Tal ha sido el subidón, que he estado a punto de irme de cañas para celebrarlo.
Tras el éxtasis inicial, finalmente he decidido seguir con la dieta con el objetivo de llegar este verano más cerca de ese peso "ideal". Así, voy a tratar de comer más sano y hacer más ejercicio; e iré midiendo mis progresos en la que desde hoy es mi báscula favorita (es más cara que otras pero vale la pena).
Y esta aventura os la iré relatando desde ésta mi buhardilla indiscreta, que como iréis comprobando este año va a ser mucho más personal y va a alejarse cada vez más de la crítica para la que nació en 2014. Entre otros motivos, porque arrojo la toalla tras un año, el pasado, criticando la suciedad que impera en Algeciras sin que consiga nada. Meses denunciando la presencia masiva de mierdas de perro en la entrada del colegio de mi hijo y la situación cada vez va a peor. Artículos haciendo hincapié en el abandono de la ciudad y nadie mueve un dedo. Estas Navidades, sin ir más lejos, ha desaparecido de la esquina de mi calle el contenedor de residuos orgánicos (ya llevábamos meses sin el de vidrio) y no ha pasado nada. Muchos vecinos han optado por dejar las bolsas de basura en la calle, donde antes estaba el contenedor, en vez de ir al más cercano y así nos hemos pegado todas las fiestas. Y lo que nos queda hasta que traigan un contenedor.
Pero ya no pierdo más el tiempo. Algeciras cada vez se aleja más de esa gran ciudad del sur de Europa que algunos ensueñan y se acerca más a una urbe tercermundista. Pero que lo critique otro, yo ya tengo demasiada faena si quiero lucir tipo este verano.
Mi peso es de 78,050 kilogramos y mido 1,75 metros, lo que arroja un 25 de Índice de Masa Corporal (IMC), dentro de la escala considerada "normal" según esta báscula. Al límite del sobrepeso pero "normal"; es decir, que no estoy gordo sino "fuertecito" como Cartman. Malas lenguas las de mis amigos y familiares que en las últimas fechas no han parado de decirme que me sobran unos kilos. He salido de la farmacia y hasta mi barriga y mi papada me han parecido alucinaciones provocadas por el espejo de la envidiosa y malvada reina de Blancanieves. Tal ha sido el subidón, que he estado a punto de irme de cañas para celebrarlo.
Tras el éxtasis inicial, finalmente he decidido seguir con la dieta con el objetivo de llegar este verano más cerca de ese peso "ideal". Así, voy a tratar de comer más sano y hacer más ejercicio; e iré midiendo mis progresos en la que desde hoy es mi báscula favorita (es más cara que otras pero vale la pena).
Y esta aventura os la iré relatando desde ésta mi buhardilla indiscreta, que como iréis comprobando este año va a ser mucho más personal y va a alejarse cada vez más de la crítica para la que nació en 2014. Entre otros motivos, porque arrojo la toalla tras un año, el pasado, criticando la suciedad que impera en Algeciras sin que consiga nada. Meses denunciando la presencia masiva de mierdas de perro en la entrada del colegio de mi hijo y la situación cada vez va a peor. Artículos haciendo hincapié en el abandono de la ciudad y nadie mueve un dedo. Estas Navidades, sin ir más lejos, ha desaparecido de la esquina de mi calle el contenedor de residuos orgánicos (ya llevábamos meses sin el de vidrio) y no ha pasado nada. Muchos vecinos han optado por dejar las bolsas de basura en la calle, donde antes estaba el contenedor, en vez de ir al más cercano y así nos hemos pegado todas las fiestas. Y lo que nos queda hasta que traigan un contenedor.
Pero ya no pierdo más el tiempo. Algeciras cada vez se aleja más de esa gran ciudad del sur de Europa que algunos ensueñan y se acerca más a una urbe tercermundista. Pero que lo critique otro, yo ya tengo demasiada faena si quiero lucir tipo este verano.
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