Hace unos ocho años descubrí la serie televisiva 'The Wire' ('Bajo Escucha'). Vi la primera temporada y quedé fascinado con el enfoque realista del mundo del narcotráfico contado tanto desde el lado de la Policía como el de las mafias. Ambientada en Baltimore (Estados Unidos), la serie te sumerge en barrios marginales dominados por el negocio de las drogas, en la falta de medios de los agentes para combatirlo, en los tejemanejes de los políticos corruptos y en los laberintos del sistema judicial.
Un día me topé en una tienda con la serie completa en DVD y la compré pensando que no había mejor regalo para mi mujer, que también se había enganchado a 'The Wire'. Pero al poco nació nuestro hijo y la caja inmaculada con las cinco temporadas se quedó olvidada en uno de los estantes del despacho. Y allí se quedó hasta que hace unas semanas, harto de hacer zapping sin nada que ver en la televisión, me decidí a desembalar 'The Wire' para acabar esa historia que teníamos pendiente. Y ahí ando desde entonces, quitándole horas al sueño por las noches bebiéndome capítulo tras capítulo.
Luego, por la mañana, me levanto y, mientras me bebo el café, leo los periódicos digitales de la comarca y compruebo con estupor que en mi tierra la realidad supera a la ficción de 'The Wire'. Me desayuno que en Algeciras han detenido al capo gallego Sito Miñanco, que en El Saladillo han encañonado a unos policías con una pistola en una persecución o que en La Línea una veintena de encapuchados han asaltado el hospital para liberar a un narco detenido. Demasiada acción incluso para los guionistas de 'The Wire'.
No es de extrañar, por tanto, que seamos el foco de atención de todas las televisiones nacionales y que a diario salgamos en los telediarios. Hasta el ministro del Interior ha tenido que venir a dar la cara por un problema que se le ha ido al Gobierno de las manos. Y aunque el ministro intente quitarle hierro (otro que vive en su mundo multicolor), el Campo de Gibraltar ya es conocida a nivel nacional como la comarca del narcotráfico. Y me duele. Porque soy algecireño, mi mujer linense y mi hijo lleva ambas sangres. Y no quiero que crezca en este ambiente. Y podemos seguir mirando hacia otro lado y justificarnos, pero las actividades ilícitas de una minoría van a acabar con el futuro de la mayoría si no reaccionamos.
Esta noche volveré a mi cita con 'The Wire' pensando en el remake comarcal que me encontraré en los diarios digitales mañana por la mañana.
Luego, por la mañana, me levanto y, mientras me bebo el café, leo los periódicos digitales de la comarca y compruebo con estupor que en mi tierra la realidad supera a la ficción de 'The Wire'. Me desayuno que en Algeciras han detenido al capo gallego Sito Miñanco, que en El Saladillo han encañonado a unos policías con una pistola en una persecución o que en La Línea una veintena de encapuchados han asaltado el hospital para liberar a un narco detenido. Demasiada acción incluso para los guionistas de 'The Wire'.
No es de extrañar, por tanto, que seamos el foco de atención de todas las televisiones nacionales y que a diario salgamos en los telediarios. Hasta el ministro del Interior ha tenido que venir a dar la cara por un problema que se le ha ido al Gobierno de las manos. Y aunque el ministro intente quitarle hierro (otro que vive en su mundo multicolor), el Campo de Gibraltar ya es conocida a nivel nacional como la comarca del narcotráfico. Y me duele. Porque soy algecireño, mi mujer linense y mi hijo lleva ambas sangres. Y no quiero que crezca en este ambiente. Y podemos seguir mirando hacia otro lado y justificarnos, pero las actividades ilícitas de una minoría van a acabar con el futuro de la mayoría si no reaccionamos.
Esta noche volveré a mi cita con 'The Wire' pensando en el remake comarcal que me encontraré en los diarios digitales mañana por la mañana.
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