La cuestión catalana me tiene agotado. Desde que tengo uso de conciencia convivo con los mensajes separatistas y de desprecio hacia España que provienen del norte. Las ansias independentistas de Cataluña han entrado en ebullición y, aunque el Gobierno de Rajoy evite la consulta de Mas, éstas se me antojan ya imparables. El actual modelo territorial está caduco. Muchos piensan que la Constitución de 1978 ya no vale. Y aunque estén en lo cierto, no podemos obviar el mérito de la Carta Magna, a la que le debemos nuestro actual sistema democrático. Coincido en que es necesario reformar la Constitución para afianzarnos como país, pero las vías que se están planteando las considero injustas e ineficaces para solucionar el problema de forma definitiva. Pan para hoy y hambre para mañana. El nuevo ministro de Justicia, que se apellida Catalá para darle más aliciente al asunto, es partidario de hacer ajustes en la Constitución “para reconocer la singularidad catalana”. ¿Y eso qué significa?...
El blog de Rubén Montes