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La cuestión catalana

La cuestión catalana me tiene agotado. Desde que tengo uso de conciencia convivo con los mensajes separatistas y de desprecio hacia España que provienen del norte. Las ansias independentistas de Cataluña han entrado en ebullición y, aunque el Gobierno de Rajoy evite la consulta de Mas, éstas se me antojan ya imparables. El actual modelo territorial está caduco. Muchos piensan que la Constitución de 1978 ya no vale. Y aunque estén en lo cierto, no podemos obviar el mérito de la Carta Magna, a la que le debemos nuestro actual sistema democrático. Coincido en que es necesario reformar la Constitución para afianzarnos como país, pero las vías que se están planteando las considero injustas e ineficaces para solucionar el problema de forma definitiva. Pan para hoy y hambre para mañana.

El nuevo ministro de Justicia, que se apellida Catalá para darle más aliciente al asunto, es partidario de hacer ajustes en la Constitución “para reconocer la singularidad catalana”. ¿Y eso qué significa? ¿Más competencias, más dinero y más privilegios para callar la boca a Mas y compañía? ¿Y qué pasa con las comunidades que no somos nacionalistas? ¿Así se nos agradece? ¿Vamos a seguir construyendo una España de primera y otra de segunda?

Andalucía es una de las regiones más importantes de España por historia, tamaño y población. Pero aquí no somos nacionalistas. Muchas veces he pensado que si tuviéramos un partido con la fuerza de CiU o el PNV nos iría mejor. Pero el PA es un partido residual a nivel nacional. Cierto es que hemos recibido fondos nacionales y europeos para reducir las distancias entre norte y sur, pero por inoperancia o corruptelas no los hemos sabido aprovechar. Como también lo es que tanto el PP como el PSOE, desde el Gobierno central, han primado a las regiones nacionalistas para contentarlas. El último ejemplo lo estamos teniendo con la modernización del tren, donde se margina a la Algeciras-Bobadilla en detrimento de la zona del Levante.


No me gustan los derechos forales ni que se primen ciertas singularidades, porque en España todos tenemos las nuestras. Reformar la Constitución, sí, pero para todos igual. Las mismas competencias, el mismo sistema de financiación, las mismas reglas. Y que cada uno luego las administre. El PSOE propone un Estado Federal. Y me parece bien. Pero no asimétrico. Entonces estamos en las mismas. Porque lo que está claro es que los nacionalistas siempre van a querer más. Siempre van a querer estar por encima del resto. Porque se creen superiores. No valoran el todo. Qué bien ha calado el mensaje de “España nos roba” en Cataluña y ahora se tapan los ojos para no ver el dudoso uso que ha hecho de los dineros públicos Pujol, el padre del soberanismo moderno catalán. Náuseas me da este personaje, que comparó a los andaluces con los animales y ahora tira de abogados de lujo para ocultar el origen de su multimillonario patrimonio.

Creo que ha llegado el momento de entrar a fondo en la cuestión catalana, vasca o gallega. Forjar un nuevo modelo que valga para todos. No debe darnos miedo que haya más autonomía y menos Estado. No en vano ahora rige nuestros designios Europa y no pasa nada. Un Senado que funcione como verdadera Cámara territorial y un Congreso que mire por el interés general, sin prebendas. A ver si así se acaba ya con el mercadillo independentista. 

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