El fenómeno Podemos
continúa imparable. Las encuestas menos favorables sitúan a la formación de
Pablo Iglesias como la tercera en intención de voto, pisándole los talones al
PSOE, de cara a las próximas elecciones generales. Las más optimistas, por su
parte, la colocan como la primera. Los sondeos hay que tomarlos con cautela, ya
que muchas veces están alejados de la realidad. Sólo hay que recordar lo que
pasó en los pasados comicios europeos, donde ninguno supo ver el verdadero
alcance de este nuevo partido. Llegados a este punto, lo único que tengo claro
es que no voy a votar a Podemos. He seguido con interés todo lo que rodea a
este movimiento en los últimos meses y sigo sin tener claro qué modelo es el
que propone para España. Ideas sueltas que forman un todo poco sólido y que, en
líneas generales, no me convence. Muchas de sus propuestas no sólo no me
gustan, sino que me espantan. Criticar es fácil y atizar a lo que ellos
denominan “la casta”, y además con motivos sobrados, es el deporte nacional en
el que ellos se han convertido en maestros en un tiempo récord. Pero una cosa
es rajar y otra gobernar. Y en esto último, los experimentos mejor con gaseosa
ya que hablamos de nuestro futuro.
Pablo Iglesias, líder de Podemos. |
Dicho esto, respeto a
los que están dispuestos a votar a Podemos, ya que creo en la democracia por
encima de todo. Por mucha mejora económica que venda el Gobierno del PP, en
España sigue habiendo infinidad de indignados y desesperados que ven como
siguen pagando los platos rotos de una crisis económica que no han provocado.
En pocos años hemos perdido derechos sociales que nos costó décadas alcanzar y
nos hemos instaurado un en ‘precariado’ laboral insoportable. Ahora somos más
competitivos, sí, pero a costa de mano de obra barata para que unos pocos se
llenen los bolsillos. Por ello, entiendo que muchos quieran romper con lo
establecido de forma radical sin importarles en qué senda nos podemos adentrar.
Podemos se regocija
cada vez que “la casta” le ataca, ya que le fortalece como alternativa. Me
sorprende que los partidos tradicionales no vean lo erróneo de su estrategia y
sigan dándole bombo a la formación de Iglesias. Alucino también con la
virulencia con la que ha reaccionado Podemos ante las críticas de Willy Toledo
y Joaquín Sabina, dos voces reconocidas dentro del comunismo, que no se tragan
sus consignas. Poco talante democrático han demostrado los de Iglesias. Miedo
me da imaginar cómo acallarán a la calle cuando ésta ruja contra ellos.
Pensé que con la
aparición de Podemos los partidos tradicionales acelerarían su regeneración,
tras años de corruptelas y de vivir de espaldas a los ciudadanos. Pero los
movimientos son mínimos. Parecen anquilosados. El PP se siente cómodo ya que ve
cómo la lucha está en la izquierda. El PSOE ha cambiado de líder, pero sigue confiándose
más en el cambio de imagen que en una verdadera transformación de su política
que le permita recuperar el espacio que ha perdido en la izquierda. A IU,
mientras, la veo engullida por Podemos, que con tanta simpatía la recibieron
para luego comprobar que la estaba adelantando por la extrema izquierda. Los
ciudadanos piden cambios. Una nueva forma de hacer política y algunos parecen
que no quieren enterarse.
Como bien dices, en estos tiempos de tanta incertidumbre, cualquier "demagogo" (decir lo que queremos escuchar), baten records. En contra del bipartidismo, espero que salga algun partido menos extremista, como la unión de UPyD y Ciudadanos, sobre todo por las ideas de Albert Rivera.
ResponderEliminarLa verdad es que veo con buenos ojos dicha alianza. UPyD corre el riesgo de estancarse en su progresión por lo que le vendría bien aunar fuerzas con un partido cercano en sus ideas.
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