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Cuéntame una canción

Desde que dejé el periodismo en activo escucho más música. Antes para mí la radio sólo era otro medio para seguir enganchado a la actualidad informativa. Pero acabé bastante quemado de la profesión y para desintoxicarme desconecté de los debates y los informativos. Mi suegro Pepe Correa siempre me decía que el periodismo era como una droga, y qué razón tenía. Así que, desde hace cuatro años, en mi coche nada más que suenan canciones. Un idilio musical que ha pasado por diferentes etapas y géneros en función de mi estado de ánimo.


Al principio empecé en plan radical y sintonizaba sólo emisoras tipo Los 40. Mi mujer lo llevaba fatal y me inquiría si estaba en una segunda adolescencia. Supongo que la idea era no pensar mucho y consumir canciones de moda de usar y tirar. Pese a ello, descubrí temas que me siguen acompañando en mis tardes de running con el ipod como Hey brother del malogrado Avicii, Habits de Tove Lo o Little talks de Of Monsters and Men. También fue la época en la que me volví a asomar a mis añorados The Prodigy (qué gran Festimad el que viví antaño junto a mis colegas Chico y Mori) o a los pioneros Chemical Brothers rememorando mis noches electrónicas.

Pero uno ya no tiene edad para tanta marcha. Además, las listas de éxitos de las emisoras se fueron llenando de más y más reggaeton, por lo que me vi obligado a cambiar de estilo por salud. Así, recurrí a mis viejos CDs y a los grupos que he escuchado toda mi vida. A mi hermano Pablo le debo mi afición a U2 y mi canción favorita siempre ha sido One (nunca olvidaré el concierto en Madrid de la gira PopMart). También desde bastante joven he sido seguidor de The Beatles, por lo que no vi mejor opción para escuchar en el coche junto a mi hijo trayecto al colegio. Que queréis que os diga: se me cae la baba cuando veo a Felipe canturreando en inglés éxitos como We can work it out de los de Liverpool o Bullet with butterfly wings de los Smashing Pumpkins. A mi mujer Elena le debo también el gusto por Wilco y Norah Jones, otros de nuestros compañeros habituales de viaje.

La buena música es intemporal. Por ello, últimamente, ando haciendo recopilaciones de los grandes temas de toda la vida. Esas canciones con las que quiero educar a mi hijo. Tiene delito que en una de esas búsquedas de los clásicos haya descubierto a dos de los mejores grupos de la historia como son The Rolling Stone y Pink Floyd. No digo que no los conociera, claro que sí, pero hasta ahora no los había escuchado a fondo. No me había detenido a repasar su discografía como sí he hecho con otros. A Felipe le encanta Paint it, black de sus Satánicas Majestades. Yo ando rendido a Wish you were here, de Pink Floyd, una canción que contiene en sus primeros acordes de guitarra más música que todo el reggeaton junto.  

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