El pasado viernes 8 de junio cumplí 41 años. Antes de empezar con la celebración, tocaba subirse a la báscula para comprobar los progresos en mi operación bikini y, la verdad, me llevé un subidón. Cuando empecé en enero mi batalla con las calorías (léase Soy fuertecito) pesaba 78,050 kilos y ahora estoy en 72,350 kilos; es decir, he perdido en estos meses 5,7 kilos. En este tiempo he tenido altibajos pero, desde que confesé hace unas semanas mis dudas sobre los resultados (léase Huele a gatillazo), lo cierto es que me lo he tomado bastante en serio y he reducido tripa. Sigo teniendo barriga cervecera pero menos. El método: hacer ejercicio, cenar poco (voy a aborrecer el hummus del Mercadona), y reducir todo lo posible los dulces y el alcohol. Vaya, pasarlo mal y con hambre.
Tras el alegrón del pesaje, como no podía ser de otra forma, me he pegado todo el fin de semana sin cerrar el pico. Pero no es plan de dejarse otra vez, así que me he fijado para el 8 de diciembre mi nueva cita con la báscula. Antes de las Navidades para jugar con ventaja y tener margen de maniobra. Ahora estoy en un Índice de Masa Corporal (IMC) de 23 y, según las mediciones de la báscula, para mi altura lo "ideal" es 22. Así que el plan es llegar a las Navidades "ideal de la muerte" con unos kilitos de menos. Para tal reto mi mujer y mi hijo me han regalado unas zapatillas deportivas de running y, los colegas, una tabla de bodyboard. Entiendo que quieren que me siga cuidando así que voy a seguir intentándolo. El 8 de diciembre, día de la Inmaculada, os contaré.
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