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Buen viaje Flint

Ha muerto Keith Flint, uno de los integrantes de la banda británica de música electrónica The Prodigy. La noticia de su suicidio me sacudió ayer por la mañana tomándome el café. De inmediato me vinieron como fogonazos multitud de instantes de mi vida relacionados con The Prodigy, uno de los grupos que marcó mi juventud. 

Recuerdo cómo conocí a The Prodigy. Estábamos la pandilla en Porto Albo, allá por el verano de 1993, y bajó nuestro amigo Pepe con una cinta de casete como el que llevaba un tesoro entre las manos. Contenía el primer disco del grupo, Experience, grabado en septiembre de 1992. Lo había traído su hermana de Londres y era lo que estaba arrasando en las discotecas y los after hours de allí. Nos puso el disco y aluciné con canciones como Out of space o Fire


Mis años de adolescente, los más gamberros, los de las fiestas hasta las tantas de la madrugada, tuvieron como banda sonora a The Prodigy. Era la época de las fiestas rave en discotecas, en garajes o donde encartara. En 1994 el grupo sacó su segundo álbum, Music for the jilted generation. Con sencillos como No good (Start the dance) sonando todo el día en mi walkman, hice las maletas y me fui a Madrid a estudiar a la universidad. 

Pero sin duda el mejor recuerdo que tengo de The Prodigy es el del Festimad de 1997 en Mósteles, donde fueron cabezas de cartel. Fue la primera, y la única vez, que los vi en directo. Al festival fui con mis amigos Mori y Chico, y la fiesta fue de las que se recuerdan de por vida. Qué noche. Todavía no había salido a la venta su tercer disco, The fat of the land, sólo los primeros sencillos como Firestarter. Descubrir en pleno concierto, el único que dieron ese año en España, y en primicia, nuevos temas como Smack my bitch up dejó en mí una sonrisa perenne durante días. Cuando acabó el concierto estábamos como en una nube. Mi idilio con The Prodigy duró unos cuantos años más, hasta que acabé la universidad y empecé a trabajar. 

Ahora, más de dos décadas después, Flint ha apagado la música. Sólo espero que tenga un buen viaje, como aquel que nos brindó aquella noche en el Festimad.

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