Recuerdo perfectamente el día que me hice del Real Madrid. Estaba correteando por mi casa y al entrar en el salón me topé con mi abuelo José que estaba viendo la televisión. Me invitó a sentarme junto a él a ver un partido de fútbol que estaban televisando. Era el encuentro de ida de la final de la Copa de la UEFA de 1986 entre el Real Madrid y el Colonia alemán. Los Hugo Sánchez, Butragueño, Santillana, Gordillo y Valdano ganaron 5-1 en el Bernabéu. Todavía no había cumplido los 9 años pero ese día me hice madridista hasta la muerte. No por la victoria ni el posterior título, sino por el momento que disfruté junto a mi abuelo. El Real Madrid se acababa de incorporar a una de esas cosas que nos uniría de por vida.
He vivido muchas más alegrías que tristezas con mi equipo. Es lo que tiene ser seguidor, que no fanático, del mejor club de la historia. Sin embargo, desde hace tiempo, hay un aspecto del Real Madrid que me está dejando un mal sabor de boca y que se acrecienta según pasa el tiempo y no se corrige. Y no es otra cosa que el no contar con un equipo femenino de fútbol, y por ende de baloncesto, ahora que nuestra sociedad ha tomado la determinación de avanzar sin marcha atrás hacia la igualdad. Pasos lentos por desgracia pero firmes. Y me duele que mi equipo no haya dado todavía el paso de crear una sección femenina como sí hicieron hace tiempo el Barcelona, el Atlético de Madrid, el Bilbao o el Betis, por citar algunos.
La irrupción del Real Madrid supondría el salto definitivo del fútbol femenino. El interés mediático se dispararía. Por ello, me parece imperdonable que el presidente, Florentino Pérez, no haya dado ya el paso. Por una décima parte de lo que cuesta alguno de los jugadores que ni juega este año, el Real Madrid podría tener un equipo montado y competitivo. Es vergonzoso escudarse en resultados económicos y dirigir todos los esfuerzos a una reforma del estadio que nadie le ha pedido. Lo importante no son los resultados económicos ni deportivos. Lo primordial ahora es estar en la Liga femenina. Y ya. No se puede esperar más.
Dentro de un rato juegan en el Wanda Metropolitano el Atlético de Madrid y el Barcelona femeninos. El estadio va a estar lleno. Un hito más. Madridistas como yo lo veremos con envidia sana y avergonzados de no formar parte todavía de esta competición.
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