Tras las elecciones municipales de 2011 se sabía que
uno de los gobiernos que las iba a pasar canutas para arrancar el mandato iba a
ser el de La Línea. No sólo porque el PSOE no ganó los comicios y Gemma Araujo
iba a gobernar en minoría junto al PA, sino porque su antecesor le había dejado
una herencia envenenada. Por entonces ya había problemas para el pago de las
nóminas pero, lo peor, es que ya se habían fundido algunos adelantos de otras
administraciones por lo que la nueva etapa iba a echar a andar sin ingresos.
Hay quien dice que el popular Alejandro Sánchez, cuando conoció los resultados
de las urnas e intuyó que su victoria iba a ser insuficiente para gobernar,
comentó que no dejaba un sillón de Alcaldía sino una “silla eléctrica”. No sé
si es verdad, pero el símil iba bien encaminado.
El gobierno de Los Barrios de Jorge Romero se
encontró con una situación muy similar y en ambos ayuntamientos la acumulación
de nóminas impagadas fue inmediata. El andalucista optó por una drástica
reducción de plantilla y amortización de plazas. Logró aligerar las nóminas y
ponerse antes al corriente, pero a cambio tuvo que soportar unas protestas
brutales. Araujo, por su parte, apostó por recortes más livianos, centrados
principalmente en Somdeco, por lo que la deuda con los trabajadores alcanzó
cotas dramáticas. En ambos casos los tribunales no han terminado de dictaminar.
Operarios en la Plaza de la Constitución. Foto: Ayuntamiento |
Sin dinero para pagar las nóminas, cualquier mejora
de servicios en La Línea se antojaba una quimera. El abandono se adueñó del
municipio. La gran noticia llegó el pasado mes de abril, cuando el Ayuntamiento
pudo acogerse al adelanto de la Participación de los Ingresos del Estado (PIE)
por parte del Ministerio de Hacienda y cobrar los 15 millones con los que
normalizó la situación de los trabajadores municipales. Nada es gratis, ya que
esta medida contiene deberes leoninos para el Consistorio que hipotecarán a los
gobiernos venideros.
Ahora, La Línea se encuentra en una encrucijada, en
la que debe elegir su camino con los recursos disponibles. Porque, no caigamos
en equívocos, los salarios y los servicios no los pagan las administraciones;
los costean los linenses con sus impuestos y éstos quieren que su ciudad
mejore.
La Línea depende demasiado de Gibraltar, la gran
fábrica y un motor económico aún por explotar. Sin embargo, el Gobierno central
del PP no está por la labor de abrir la puerta a proyectos conjuntos y centra
su política en ejercer presión en la Verja. Una medida de Estado sin
contraprestaciones para La Línea, ya sea en plan Carta Económica o Zona Fiscal
Especial, pese a que la ciudad soporta una tasa de paro de alrededor del 40%. Y
con estos mimbres el municipio debe reinventarse y, también, alejarse de la
imagen de esas personas que aguardan en el bulevar al cambio de guardia en la
frontera para sacar tabaco y ganarse un sustento.
La situación no es fácil. Requiere de mucha
imaginación y más gestión. La Línea, como otros municipios, pide a gritos un
plan de choque en sus calles. Para que circular por ellas a veces no parezca un
viaje por Marte sorteando cráteres y para que uno deje de toparse con suciedad
y zonas vergonzosas. Queda mucho camino por recorrer y muchas cosas por
hacer.
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