El PP considera al
ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, una mala compañía. Por ello,
se ha negado a reunirse con él en la visita que éste ha realizado esta semana a
Madrid. Todos los partidos de la oposición se han entrevistado con Picardo,
algunos de ellos en el Congreso, salvo UPyD. Unos encuentros que han servido al
partido del Gobierno español para tildar a estas formaciones de “traidoras” y
“desleales”. El PP se niega a hablar con la Roca pese a que el actual clima de
tensión está afectando a miles de españoles que a diario cruzan la Verja.
El Ejecutivo de Rajoy
considera que Picardo no es un interlocutor válido. Reniega del Foro Tripartito
que puso en marcha el PSOE al entender que se le concedió rango de Estado a
Gibraltar. El PP apuesta por la negociación bilateral con el Reino Unido, el
único legitimado para abordar el contencioso sobre la soberanía, o por la
fórmula de dos banderas cuatro voces incluyendo al Peñón y la Junta de
Andalucía. Ambas vías están ahora estancadas; por lo que no hay diálogo, no hay
avances, no hay soluciones.
En mi opinión, el PP
tendría que haber recibido a Picardo aunque sólo hubiera sido para escucharle y
decirle lo que piensa a la cara. Es lo normal en un sistema democrático. No
hubiera supuesto ningún reconocimiento ni ningún paso atrás. Tampoco entiendo
que la oposición se reuniera con él casi en la clandestinidad, sin testigos
gráficos. Para malas compañías la de algunos dictadores con los que algunos
dirigentes españoles no han tenido ningún problema en sentarse con ellos.
Fabian Picardo. Foto: Infogibraltar |
El actual tira y afloja
en la Verja no beneficia a la comarca. Si el Gobierno español no está dispuesto
a dialogar con Gibraltar, tendrá que hacerlo con el Reino Unido, ya que éste
avala las políticas de Picardo. Si tan convencido está de sus medidas, Rajoy
debería desviar la presión que está ejerciendo en la frontera y dirigirla hacia
Londres. No me refiero a las típicas quejas diplomáticas que se quedan en nada.
Hablo de medidas de calado. Pero para eso hay que tener voluntad y peso
internacional.
El Ejecutivo de Rajoy
no quiere tensar la cuerda con el Reino Unido, ya que lo considera su socio y
aliado. El Gobierno de Cameron tampoco está por la labor de enturbiar el
conjunto de las relaciones entre ambos países. Sin embargo, la situación de
Gibraltar empieza a ganar protagonismo en la política interna británica. El Parlamento
ha reclamado al Gobierno más firmeza ante España en el conflicto del Peñón. El
Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes considera, en un
informe, inaceptables las colas en la Verja y las “incursiones marítimas”. Así,
insta a Cameron a dar un plazo de seis meses a España para que cese en su
actitud o, de lo contrario, adopte medidas legales que incluirían la retirada
de su apoyo para que Madrid obtenga un puesto en el Consejo de Seguridad de la
ONU.
Si Gibraltar se
convierte en un problema doméstico para Cameron, a la espera del informe de los
observadores de la Comisión Europea, los acontecimientos podrían precipitarse.
Lo deseable sería que desembocara en reuniones que busquen soluciones para los pescadores,
los trabajadores fronterizos y en retomar la vía de la colaboración y la buena
vecindad. Lo contrario, que derive en un mayor clima de crispación, sería
calamitoso para la comarca.
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