Cuesta no echarse las manos a la cabeza cuando uno se topa con los restos arqueológicos de las antiguas atarazanas de Algeciras, que han sido depositados en el paseo del Río de la Miel. Ladrillos vistos entre pegotes de argamasa, malas hierbas que florecen entre las piedras centenarias, tornillos de hierro que sobresalen de lo que se presupone un monumento y agua estancada en uno de sus vértices por la inclinación de la base. Esto es lo que se encuentran desde hace casi dos años los visitantes que transitan por esta zona, una de las más concurridas de la ciudad al conectar las estaciones de tren y autobús con la marítima.
Los restos se hallaban bajo tierra en el solar que hace esquina en la Acera de la Marina. Según el historiador Antonio Torremocha, éstos podrían corresponder a la época mulsulmana entre los siglos X y XIV, sobre todo desde que Abd al-Rahman III situó la flota emiral en Algeciras a partir del año 914. Así, estas piedras formarían parte de un probable puerto interior fortificado que tuvo la ciudad y su muralla califal. Las piedras fueron trasladadas al paseo del Río de la Miel después de que, allá por el año 2009, la empresa Kroll se hiciera con el solar de la Marina para construir un hospital privado. Un proyecto en el que estaba dispuesto a invertir 12,6 millones de euros. Mantener los restos en su ubicación original suponía un quebradero de cabeza para la constructora, por lo que las administraciones accedieron a su traslado.
Las piedras fueron trasladadas a su actual emplazamiento en 2012. En el mes de junio de ese año el actual equipo de gobierno visitó las obras, supervisadas por técnicos municipales. Los planes pasaban por que los trabajos estuvieran concluidos a los pocos meses para que, a finales de ese año, ya estuvieran señalizados los restos. Sin embargo, poco después las obras se paralizaron y nada se supo de los motivos hasta que, en noviembre de 2013, la empresa Kroll anunció que renunciaba a la construcción del hospital privado ante la imposibilidad de encontrar financiación.
La Gerencia de Urbanismo anunció entonces que iba a utilizar la fianza de Kroll para culminar los trabajos de adecuación de los restos, que incluyen un vallado y un panel explicativo. Un asunto que pasó por el consejo en enero de este año. Sin embargo, visto lo que hay hecho de momento, mucho debe mejorarse el aspecto actual para que valga la pena visualmente. Lo único que saco en claro de esta actuación es que ahora el propietario del solar de la Marina se ha quitado el lastre de estas piedras y que, a menos que se obre un milagro de arqueología estética, mejor que estos restos se hubieran quedado enterrados donde estaban. Así nos hubiéramos ahorrado estos dos años de bochorno.
Si no son capaces de mejorarlo para qué lo tocan. Lamentablemente es el pan nuestro de cada día
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